martes, 2 de junio de 2009

Rápidos y furiosos

No, no nos estamos refiriendo a la nueva película de Vin Diesel, ni a ninguna persecución de camioneros por las autopistas de Estados Unidos o al rey del drift de Tokio. Tampoco a las 500 millas de Indianápolis, al Dakar 2009 o los Caminos del Inca.

Nos estamos refiriendo a la versión peruana de Meteoro, a los émulos de Airton Sena y de Montoya, que hacen de sus vehículos pseudos Fórmula-1 y de cada paradero un pit box.

Nos estamos refiriendo a las nada queridas combis: pequeñas camionetas de transporte público que circulan por las calles de Lima y que día a día confirman que el futuro de nuestras vidas es siempre incierto.

Más letales que cualquier nuevo virus, la Organización Mundial de la Salud debería catalogarlas como epidemia de posible propagación en cualquier país “en vías de desarrollo”, pues bien pueden matar a sus pasajeros de un choque o de un infarto, lo que venga primero.

Manejadas por chiquillos o viejos choferes que mucho confían en su sticker “Dios es mi copiloto”, no saben que el copiloto se bajó en el paradero anterior; y que gracias a ellos y otros pilotos del Nascar callejero, que creen que el alcohol mejora los reflejos y que el semáforo es solo un anuncio luminoso, ocurrieron en Lima en el año 2007 cerca de 48 mil accidentes de tránsito, con 653 muertos y 24 730 heridos.

Estos males necesarios que aparecieron a principios de los 90’s, no serían lo que son si no fuera también por sus característicos cobradores: maestros en meter cuatro pasajeros en un asiento para tres, y de llenar con veinte un vehículo para quince.

Propagadas por todas partes, es muy poco probable que desaparezcan de acá a pocos años, pues ya en varias ocasiones hubo anuncios de las autoridades de que serían erradicadas, pero tal vez por cálculos electorales –perderían muchos votos-, prefirieron echarse para atrás.

Y mientras siguen las obras del Metropolitano como esperanza del transporte público de Lima, nosotros, simples peatones sin probabilidades de conseguir pronto auto propio, deberemos seguir sorteando día a día el nada agradable trámite de parar una combi, subir a ella y, tras plegarias silenciosas, rogar que el Copiloto se anime a subir en el próximo paradero y nos ayude a todos a llegar a nuestro destino.

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